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CAMINOS LITERARIOS DE IDA Y VUELTA

 (flujo, tradición e innovación en las literaturas de España e Hispanoamérica)

JAVIER LORENZO CANDEL


Hace unos años, concluimos un curso de verano en la Universidad Complutense de Madrid dedicado a lo que podríamos llamar un "flujo intelectual" entre España y América Latina, donde analizamos con detalle cómo las grandes figuras de la literatura española tomaron la determinación, en algunos casos huyendo de la guerra civil y el posterior régimen franquista, de desarrollar una obra muy fecunda en territorios como los mexicanos o argentinos, países que optaron por servir de acogida para nuestros intelectuales. 
La revisión de la literatura española en el exilio concluía con un buen número de propuestas que marcaron la obra de aquellos escritores y que, con el tiempo, han sido determinantes para entender el desarrollo de la literatura española desarrollado durante el pasado siglo. Esta paradoja, auspiciada por los propios acontecimientos históricos, evidencia que los países latinoamericanos constituían un espacio que ha dado lugar a ubicarlos en la tradición literaria reciente de España. 
Es normal pensar que la lengua, entre otras razones poderosas, suponía un elemento fundamental para ese desarrollo, así como la naturaleza hospitalaria de los países de acogida, una política propiciatoria para establecer vínculos entre los exilados y la acogida. Casos emblemáticos como los de Cernuda o Alberti, Ayala, Rosa Chacel o Max Aub han situado a la literatura en el exilio como uno de los exponentes más destacables de los procesos creativos durante los años del franquismo hasta los que se ha dado en llamar "transición política" hacia la democracia. 
Una obra, una vida, que, en la mayoría de los casos, dejó una huella indeleble, no solo en la tradición literaria española, sino también en los propios países de acogida. Recuerdo de qué manera casos tan singulares como los del poeta Vallejo u Octavio Paz activaron procesos de creación literaria en España que dieron lugar a una revisión de los viejos modelos en pos de los nuevos vientos que llegaban a la península.
Desde esta perspectiva, no es difícil pensar que, con el paso de los años, las nuevas generaciones de intelectuales asumieran los procesos de ese viaje de ida y vuelta como una necesidad vital que daba entidad definitiva a su escritura. De ahí que, durante la gestación de movimientos literarios como la generación del 50 español, buena parte de su difusión se produjera entre los países hispanoamericanos, receptivos sin lugar a duda a los nuevos movimientos intelectuales. Otro tanto tuvo que ver lo que se ha dado en llamar “guerra fría” que inoculó en las sociedades, por un lado, una necesidad de instauración de las conductas culturales americanas y, de otro, una lucha a cuartel por proclamar una cultura comunista enfrentada a la anterior. Lucha que activo de manera importante a los movimientos intelectuales en el exilio, pero quizá esto sea otro asunto. 
De igual manera, el flujo se construía también de manera inversa. Chile, Argentina, México, Cuba, Perú, estaban sedimentando movimientos literarios que luego acabarían desarrollando puentes entre las países y la madre patria, con una afinidad sanguínea que bombeaba afinidades de orden natural. Algunos de los más destacados representantes de boom establecieron ese camino necesario que, aunque pasando por París, acababa inexorablemente en Barcelona o Madrid, donde desarrollaron su obra más representativa. También el movimiento del boom propicio que los escritores españoles activaran sus procesos creativos ante la invasión de estos escritores que, entre otras cosas, sentaron las bases de la profesionalización.
El complejo espacio editorial que abría sus puertas al boom era también hijo de esta relación necesaria entre España e Hispanoamérica, lo que contribuyó a desarrollar carreras literarias al mismo tiempo con la separación geográfica implícita en este asunto. No es necesario recordar que la primera edición de “Cien años de soledad” fue impresa por la editorial Sudamericana, regentada por un español en Argentina. 
Todo este asunto que empieza a ser una tradición, como no podía ser de otro modo, llega a nuestros días con movimientos representativos de las nuevas generaciones que, sin duda, heredan la contribución intelectual de aquellos primeros representantes para, acercar procesos de escritura que nacen desde su propia idiosincrasia, donde queda claro que la creación de continentes tiene un elemento fundamental que los identifica: la tradición y la necesidad de innovación. 
Desde la misma lengua, con ese poso de tradición al que aludía, con la posibilidad que brinda el desarrollo de las nuevas tecnologías, la literatura de ida y vuelta se proclama como un elemento destacadísimo en ambos continentes. España y México, y también Argentina, empiezan a volver a vivir experiencias muy interesantes que, Cernuda o Paz mediantes, agilizan campos de escritura muy similares en su conjunto, con espacios abiertos donde se ven claramente voluntades muy similares, preocupaciones afines, estrategias iguales para encontrar puntos de vista muy parecidos. 
La literatura mexicana reciente, hablo de casos como los de José Emilio Pacheco, Eduardo Lizalde, Alí Calderón o Javier Gutiérrez Lozano, constituye el desarrollo de la cultura mexicana, trufada con asuntos anglosajones que la redefinen, un desarrollo que está amparado, no solo por su país, sino también por la actividad literaria de España.
 Hace un tiempo se ha venido gestando este proceso de asimilación de ambas culturas donde, de manera notoria, la empresa editorial se ha ido haciendo eco de la creación de poetas de ambos continentes para situarlas en el centro de sus países de origen, pero también en el centro de los de acogida.
Un claro espacio editorial que, de la mano de grandes editoriales como Visor, han apostado por la difusión de la obra de poetas hispanoamericanos ( Gelman, Benedetti, José Emilio Pacheco, Óscar Hahn, Claribel Alegría, Gioconda Belli, etc.), o las nuevas empresas que, como es el caso de Vaso Roto o Valparaíso, han abierto su catálogo con una clarísima contribución para propiciar los flujos creativos de los dos mundos. 
Este segundo boom ha servido para poner de manifiesto la trayectoria que han seguido muchos de los escritores hispanoamericanos, contribuyendo a dotar de empuje necesario sus literaturas en España, así como abriendo nuevos caminos a los de vuelta, activando la integración de nuevas voces en el panorama de la literatura hispanoamericana. Los casos emblemáticos de Luis García Montero o el cantautor Joaquín Sabina, han hecho que pensemos que los nuevos tiempos de la lírica pasaban, necesariamente, por una adecuación de las culturas que se mueven desde la misma lengua. Así, hemos empezado a vivir un proceso de globalización literaria que ha sido tremendamente positivo para ampliar el ámbito de la tradición y para marcar los caminos del desarrollo posterior de la literatura de los dos continentes, sobre todo en lo que respecta a los jóvenes creadores.
Los flujos también han servido para compartir intereses que movían el fondo referencial de la poesía, la integración de la lírica última anglosajona, por poner un ejemplo, o la centroeuropea, con los movimientos surgido después de Auschwitz, o el flujo necesario de la literatura mediterránea en países tan alejados como México o Argentina. Estos flujos que nacen de la toma de contacto de los poetas o escritores del viejo continente para ser trasladados rápidamente a la producción literaria de Hispanoamérica.
Es, desde este punto de vista, necesaria cualquier revisión de la última literatura teniendo en cuenta antecedentes históricos como a los que hacía referencia, pero también destacando por encima de cualquier otra circunstancia, un acercamiento piel con piel, una integración total de las culturas, un puente necesario que, bien por la puesta en marcha de los nuevos asuntos de la tecnología, bien por un interés más analógico, ha puesto de manifiesto que existe un bloque común de interrelación intelectual que ha dado y, posiblemente, dará nuevos flujos de asimilación de sus respectivas literaturas.
El camino de las últimas generaciones ha quedado abierto ya, esperemos que el tiempo, las obras mayores o menores, los procesos intelectuales nos den la razón.  

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